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Como cada 3 de diciembre, desde que en 1992 la Asamblea General de las Naciones Unidas declaró el día internacional de las personas con discapacidad, la comunidad mundial utiliza esta fecha para visibilizar la necesidad de promover políticas que igualen el acceso a oportunidades y erradiquen los factores de exclusión.
Este año el diagnóstico preliminar de la crisis sanitaria causada por la pandemia de la COVID-19 es que las disparidades educativas preexistentes en América Latina se han profundizado. Al reducir desproporcionadamente las oportunidades que tienen las personas más vulneradas para continuar con su educación, la pandemia afectó principalmente a las poblaciones de bajo nivel socioeconómico, a poblaciones residentes en zonas rurales o remotas, a migrantes, a las niñas y adolescentes, a las personas racializadas y a las personas con discapacidad. Esta nueva realidad demanda duplicar esfuerzos, compromiso y puesta en acción de respuestas que compensen y reviertan la profundización de las desigualdades en esta que ya era la región más desigual del mundo.
En el IV Foro Regional de Políticas Educativas del IIPE UNESCO, celebrado a mediados de noviembre de este año, la educación de personas con discapacidad ocupó un lugar central, abordado por especialistas de larga trayectoria en la temática en uno de los primeros paneles del evento. Basado en la información arrojada por el Informe de Seguimiento de la Educación en el Mundo de la UNESCO (GEM Report) en su versión regional, el panel sobre educación y discapacidad giró alrededor de la premisa fundamental de transformar radicalmente la cosmovisión: es decir, trascender la noción tradicional de que se debe “rescatar” al niño y a la niña, asignándole una educación especial con un enfoque solidario que termina marginándolo aún más. La propuesta es transitar hacia un nuevo paradigma en el que la inclusión es una herramienta en la que todos los niños y las niñas se benefician de las formas diversas de enseñar y aprender.
Pensar la discapacidad -y otros factores de exclusión- en un paradigma de educación inclusiva implica reconocer que existen múltiples y diversas razones por las que una persona puede requerir una educación que sea sensible a sus características y a sus necesidades de aprendizaje.
Para que la comunidad internacional impulse una educación inclusiva, la clave está en desentrañar los mecanismos a través de los cuales se excluye de facto a las personas y pensar herramientas para erradicar cada una de estas formas de discriminación.
Necesitamos educar más y mejor en nuestra región, porque la educación es un excelente antídoto contra la desigualdad, afirmó Pablo Cevallos Estarellas.
Durante el Foro Regional 2020, Pablo Cevallos Estarellas, director de la Oficina para América Latina del IIPE UNESCO, señaló que “en los escenarios futuros de la post-pandemia debe ser indisociable no dejar atrás a nadie”, y agregó que por eso “necesitamos educar más y mejor en nuestra región, porque la educación es un excelente antídoto contra la desigualdad”.
Mientras que hoy la mayoría de los países de la región continúan sufriendo los embates de la pandemia de la COVID-19, la educación inclusiva representa un enorme desafío cuando apenas faltan 10 años para cumplir el plazo de la Agenda Educación 2030. En este sentido, el IIPE confía en el planeamiento educativo como el camino que nos habilita a pensar un futuro mejor para todas las personas.