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JOHN TOWNER en Unsplash
A medida que el mundo empieza a comprender la escala y la gravedad de la pandemia de la COVID-19, por el momento la salud de la población mundial tiene clara prioridad sobre la educación. Para los estudiantes de hoy, el brote de coronavirus significa una gran pérdida de tiempo de aprendizaje, con posibles repercusiones para sus estudios y carreras en los años venideros. Pero, ¿qué predicciones se pueden hacer sobre el impacto financiero en la educación en general?
Según Blandine Ledoux y Koffi Segniagbeto, especialistas del IIPE en costos y financiamiento de la educación en París y Dakar respectivamente, la crisis tendrá un impacto significativo en dos niveles diferentes:
- En la pérdida de la inversión en educación mientras dure la crisis, así como el costo adicional que resulta de ella, y
- en la desaceleración que se espera en los recursos financieros futuros disponibles para el sector educativo.
Señalan que 'las desigualdades globales en el acceso a la educación se ampliarán y la crisis mundial de aprendizaje se agravará', lo que interrumpirá el progreso hacia el Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) 4, que exige el acceso universal a una educación de calidad.
¿Cómo se verán afectados los costos de la educación a corto plazo durante la crisis?
Enormes pérdidas debido al cierre de escuelas: Al del 25 de marzo de 2020, 184 países han cerrado escuelas a nivel nacional, afectando a más de 1.500 millones de estudiantes. Ya se ha incurrido en la mayoría de los costos para el actual año escolar 2019/20 (los bienes y servicios, por ejemplo, generalmente se compran a principios de año; los maestros que son servidores públicos recibirán sus salarios a pesar de los cierres), lo que significa que estos gastos, en su mayor parte, no se traducen en aprendizajes, sin importar cuánto tiempo estén cerradas las escuelas. Si no se puede completar el ciclo de exámenes del 2020, entonces el gasto del año completo se verá afectado. En este momento es imposible decir cuánto durará la crisis, pero si los cierres se extienden hasta el próximo año académico, las pérdidas naturalmente continuarán aumentando.
Costos de mitigar las consecuencias del cierre de escuelas: Siempre que sea posible, se utilizan sistemas de aprendizaje a distancia para limitar la pérdida de tiempo destinado al aprendizaje. El costo financiero de esto varía de un país a otro, dependiendo de la infraestructura existente y el nivel de preparación para una crisis como esta. Ledoux y Segniagbeto explican que “el gasto adicional puede ser marginal para algunos países, pero podría ser sustancial para otros, lo que representa una carga adicional para el sistema educativo y/o las familias”. Los gobiernos, particularmente en los países de altos ingresos, también podrían buscar reemplazar algunos servicios que tradicionalmente provee la escuela (como la alimentación) con alternativas disponibles en los hogares, generando costos adicionales. Factores como este deberán evaluarse rápida y adecuadamente a nivel de cada país si queremos evitar que las desigualdades en educación se amplíen, incluso a corto y mediano plazo.
¿Cuál será el impacto a más largo plazo cuando se trata de financiar el sector educativo?
Drástica caída en los ingresos del gobierno: "Esto es lo que probablemente tendrá el mayor efecto en el sector educativo en términos financieros", según Ledoux y Segniagbeto. Se refieren a la advertencia del Fondo Monetario Internacional de que el crecimiento global en 2020 caerá por debajo del nivel del año pasado, y por lo tanto también lo harán los ingresos de los gobiernos. Sin embargo, con tanta incertidumbre todavía presente en este momento, es difícil predecir cuánto caerá, así como qué sucederá en 2021, y mucho menos en los años posteriores. Lo que es seguro es que los esfuerzos de contención para detener la propagación de la enfermedad tendrán un gran impacto en la oferta y la demanda a nivel mundial, y la desaceleración económica resultante tendrá repercusiones globales. Los ingresos de los gobiernos, provenientes, por ejemplo, de los impuestos, se verán gravemente afectados, reduciendo el nivel de gasto público en el futuro, incluso en los sistemas educativos.
Menor priorización de la educación, a nivel nacional e internacional: Tendrán que establecerse medidas excepcionales para limitar el daño a las economías y los sistemas de salud de los países, y estos serán inevitablemente costosos. La posibilidad de que la participación de la educación en el gasto público se mantenga estable (los datos de la UNESCO indican que esto fue más o menos el caso después de la crisis financiera de 2008) está en duda:
La educación podría convertirse en una víctima de los recortes de gastos, ya que el dinero se canaliza a otros lugares. Como siempre, los países de bajos ingresos son los más vulnerables.
Éstos pueden sufrir de una oferta inadecuada de servicios educativos: el número insuficiente de docentes, por ejemplo, conducirá a un deterioro de la calidad de la educación, que a veces ya es muy baja. Además, los países de bajos ingresos se verán doblemente afectados si se reduce la asistencia oficial para el desarrollo proveniente de los países de altos ingresos, quienes deberán realinear sus prioridades fiscales a raíz de la pandemia de coronavirus. Por estas razones, es fácil ver cómo la COVID-19 empujará el ODS 4, y una educación de calidad para todas las personas, más lejos del alcance de aquellos que están en mayor riesgo.
¿Qué se puede hacer para mitigar los efectos de la crisis en la educación?
Se desconoce mucho en esta etapa en términos de la duración y el alcance de la crisis, y es comprensible que el énfasis actual esté en desacelerar y detener la propagación del coronavirus. Además, esta crisis afectará a todos los países, y cada nación enfrentará diferentes problemas durante el brote y después de él.
Dicho esto, Ledoux y Segniagbeto creen que el impacto de la crisis afectará desproporcionadamente a los sistemas educativos en los países de bajos ingresos: “el riesgo para las poblaciones más marginadas es enorme, y los gobiernos deben prestar mucha atención a la situación en su propio país”. Una de esas situaciones es el peligro de que la interrupción temporal en el aprendizaje se vuelva permanente. Es posible que muchos estudiantes no regresen al aula incluso una vez que se resuelva la crisis, lo que aumentaría el número de niños y jóvenes que no asisten a la escuela. Las niñas pueden estar desproporcionadamente representadas en este grupo, lo que detendría el progreso logrado en abordar las disparidades de género en la educación.
Blandine Ledoux y Koffi Segniagbeto también señalan que la crisis proporcionará lecciones que pueden usarse como oportunidades. “Tiene el potencial de transformar la prestación de servicios educativos en muchos países, especialmente la educación a distancia. Los países que aprovechen esto se prepararán bien para el futuro de la educación en el siglo XXI”. Además, agregan, “la salud escolar nunca ha recibido la atención que merece en los programas educativos de los países en desarrollo. Esta crisis es, sin duda, una oportunidad para rediseñar los planes de estudio y dar a la salud escolar el lugar que merece”.
Si bien las repercusiones completas de la COVID-19 aún están por verse, el trabajo del IIPE con planificadores y formuladores de políticas continuará, adaptándose a la situación a medida que evoluciona en cada país. El sector educativo del mundo debe aprender rápidamente para superar de manera efectiva el desafío sin precedentes -y en gran medida desconocido– que ahora enfrenta.