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Educación secundaria universal de calidad: ¿qué se necesita para lograr este objetivo?
Por Pablo Cevallos Estarellas, Director del IIPE UNESCO, Oficina para América Latina
En el Foro Económico Mundial de 2015, la comunidad educativa global adoptó un nuevo objetivo ambicioso; universalizar el acceso a la educación secundaria de calidad como medio para permitir que todas las personas participen plenamente en el mundo del siglo XXI. Ese mismo año, se estableció en la Declaración de Incheon que se les debería proporcionar a todas las personas 12 años de “educación primaria y secundaria de calidad, equitativa, gratuita y financiada con fondos públicos”, y que por lo menos 9 de dichos años (educación primaria y nivel secundario inferior) deberían ser “obligatorios, consiguiendo así resultados de aprendizaje pertinentes” (artículo 6).
Para alcanzar este objetivo, los países deben ampliar sus sistemas de educación secundaria, que originalmente fueron creados para educar solamente a una pequeña elite de jóvenes con aspiraciones universitarias, para incluir exitosamente a aquellos que han sufrido una exclusión estructural.
El alcance de este desafío se puede observar en América Latina, una región que está intentando universalizar la educación secundaria desde inicios de siglo. Actualmente, el ciclo secundario completo es obligatorio en 13 de los 19 países de la región, mientras que en otros 5, es obligatoria la educación secundaria inferior. Estos esfuerzos han generado un aumento sustancial en la matriculación en la escuela secundaria, pero continúa habiendo desafíos significativos, especialmente en relación con los índices de graduación y los resultados del aprendizaje, los que continúan siendo bajos.
Según el Informe de Monitoreo de la Educación Global (GEM) 2017/2018, solo en un país de la región (Cuba), la proporción de estudiantes que completan el nivel secundario inferior está por encima del 90%, mientras que en otros siete, las tasas de finalización están por debajo del 80%, a pesar de que este nivel es obligatorio. En el nivel secundario superior, solo cinco países tienen tasas de finalización superiores a dos tercios. Con respecto a los resultados del aprendizaje, una comparación entre los resultados del examen regional que se realiza al finalizar el nivel primario (TERCE) y el examen internacional que se realiza al finalizar el nivel secundario inferior, el Programa para Evaluación Internacional de Estudiantes (PISA), muestra una disminución en el desempeño en lectura, según el mismo informe GEM. Además, en el examen de ciencia del PISA, por lo menos el 50% de los estudiantes de todos los países participantes de la región obtuvieron calificaciones bajas.
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Tanto los logros como los desafíos de los países latinoamericanos hacen de sus experiencias de reforma un recurso valioso para otros países que apuntan a universalizar la educación secundaria.
Una primera lección que se puede aprender de América Latina es que la universalización requiere una ampliación del objetivo original de la educación secundaria. A lo largo de la región, se modificaron marcos legales para establecer que la educación secundaria no solo busca preparar a todos los estudiantes para acceder a la educación superior, como solía ser en el pasado, sino también para ingresar en el mercado laboral, para desarrollar las habilidades de ciudadanía de los estudiantes y, en algunos casos, para elevar su moral y promover su crecimiento personal. Esta ampliación formal de los objetivos reconoce que establecer un solo propósito para la educación secundaria –por ejemplo, la preparación para ingresar a estudios superiores– es incompatible con la meta de universalizar la educación secundaria de calidad para todos.
Una segunda lección consiste en que, si se pretende garantizar estos objetivos amplios para todos, su adopción formal debe ir acompañada de un cambio en la estructura de la educación secundaria. En la mayoría de los países de América Latina, a pesar de los cambios legales explicados anteriormente, los sistemas de educación secundaria continúan fragmentados en carriles múltiples y separados, cada uno con su propio enfoque y plan de estudios. Habitualmente, hay un carril académico, uno técnico, y uno vocacional, así como “adaptaciones” específicas para personas indígenas, adultos o poblaciones rurales. En este contexto diversificado, aunque todos los programas apuntan a preparar a los estudiantes para por lo menos uno de los objetivos mencionados en las leyes de educación, ninguno aspira a preparar a los estudiantes para todos ellos.
Los programas que supuestamente preparan a los estudiantes para la universidad normalmente enseñan algunos contenidos generales y desarrollan algunas habilidades de ciudadanía, pero rara vez cubren habilidades profesionales para el trabajo. Asimismo, la mayoría de los programas no dotan a los estudiantes del conocimiento necesario para tener posibilidades reales de acceder a la universidad y obtener un título universitario, focalizándose en cambio en habilidades técnicas y/o vocacionales específicas. El efecto de esta diversificación de los programas es que los estudiantes experimentan una especialización prematura, no comparten una base común de aprendizaje, y ven sus oportunidades posteriores a la escuela secundaria limitadas por el tipo específico de escuela secundaria a la que asistieron.
Tanto los logros como los desafíos de los países latinoamericanos hacen de sus experiencias de reforma un recurso valioso para otros países que apuntan a universalizar la educación secundaria.
En las sociedades marcadas por desigualdades extremas, como las de América Latina y las de muchos otros países que están trabajando para universalizar la educación secundaria, esta diversificación se torna incluso más problemática, porque las oportunidades de acceso a los diferentes programas de educación no están distribuidas equitativamente. Al contrario, el origen socio-económico de los estudiantes a menudo determina si accederán a un programa de educación secundaria que facilitará su acceso a trabajos bien pagos o a uno que los equipará con habilidades más limitadas.
En vista del objetivo global de universalizar la educación secundaria de calidad, la experiencia reciente de América Latina demuestra cómo, a pesar de los cambios legales ambiciosos, los sistemas de educación secundaria pueden quedar anclados en dinámicas de selección temprana y discriminación, reproduciendo las mismas desigualdades que pretenden reducir. El desafío que enfrentan esta región y otras regiones del mundo en la actualidad es, por lo tanto, repensar la propia estructura de los sistemas de educación secundaria para que estén a la altura de los objetivos y garantizar resultados de aprendizaje que resulten significativos a todos los estudiantes.